La volví a mirar de reojo, y noté como el reflejo de las luces de los autos, iluminaban sus ojos. Y estos devolvían una mirada inocente, despierta, atenta, lo mas hermoso que he visto. Sus pequeñas y blancas manos se mantenían pegadas al volante, haciendo que "el rojito", como llama a su medio de transporte, se moviera suavemente por la acera.
Sonreí sutilmente, impresionado por tan bello espectáculo de luces y colores en esos inmensos ojos. Podría pasar mucho tiempo mirándola a los ojos. Pasaron varios metros de camino, antes que interrumpiera el silencio.
-Oie.. - Dije, sin siquiera saber con que continuar mi oración. Volví a sonreirle, sin notar si ella se percataba, ya que iba muy pendiente del camino.
La verdad es que una parte de mi tenía muy claro que debía decir. Pero la otra parte, solo se cuestionaba.
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